Por más años que pasemos juntos a nuestras mascotas compartiendo ese amor en común, jamás dejaran de asombrarnos.
Ellos de una forma u otra perciben ese cariño y respeto que uno les entrega y el interés que tenemos por comunicarnos dulcemente con ellos a pesar de la problemática del lenguaje, estos siempre encuentran la forma de comunicarnos sus sentimientos más puros.
Jamás encontraremos en ellos sentimientos oscuros o de maldad, aunque parezca a veces agresivo o inhumano el origen de sus actos, simplemente obedecen a satisfacer una necesidad natural de conservación, cuidando o protegiendo a otro de su especie o a nosotros, sus dueños.
Ellos nos han enseñado a tener valor para enfrentar los retos que se presentan a diario, a darnos cuenta que nada es imposible, nos acompañan con esa energía que nos llena de seguridad y valor.
Nos enseñan a confiar en nuestra intuición, aumentando nuestra autoestima y confianza.
En un mundo lleno de miedos y vicisitudes aprendemos a seleccionar que persona merece la pena estar en nuestra vida y cual preferimos que no sepa tanto de nosotros, abriéndole la puerta de nuestro corazón para que pueda volar.
Ellos nos entienden, nos enseñan a tener paciencia, a perdonar, pero sobre todas las cosas nos enseñan el verdadero valor de esa hermosa virtud QUE ES LA LEALTAD.