Mucha gente cree que tiene un perro dominante cuando, en realidad, no es así.
El problema al etiquetar a un perro como dominante o sumiso es que, la mayoría de las veces, esa etiqueta no se corresponde con la realidad. Esto es debido a la confusión que suele haber entre agresividad y dominancia.
“Un perro dominante es aquel que, frente a otro perro o persona, gana el acceso a un recurso de valor (ya sea una pelota, un juguete, un plato con comida, o incluso un lugar en el sofá), de forma repetida y consistente. El perro sumiso es el que acepta que el otro gane sin rebelarse.
En las relaciones de dominancia y subordinación no hay violencia física, nadie resulta herido. Si fuera así, estaríamos hablando de agresividad y no de dominancia”.
Un perro puede ser dominante frente a otro perro en una situación determinada pero en cambio puede mostrar una actitud de subordinación ante ese mismo perro en otra situación. Todo depende de cómo es de importante para el perro el “recurso” por el que compite.
Hay perros que son capaces de pelear por defender una pelota y otros, en cambio, la cederán con gusto pero se mostrarán mucho más protectores frente a un plato con comida. Entonces, ¿cuál sería el dominante aquí?
En realidad, la dominancia es una estrategia social que ha ido evolucionando con el objetivo de gestionar la competición por los recursos disponibles entre miembros de un mismo grupo o manada, sin necesidad de recurrir a la agresividad.
Por eso, entre perros, las relaciones de dominancia y subordinación son saludables y no deben considerarse problemáticas. Lo que sí debe considerarse un problema es la agresividad cuando ésta ocurre con más frecuencia de la esperable o en situaciones inapropiadas.
Más que afirmar que un perro es dominante o sumiso, existen perros con más predisposición a mostrarse dominantes en ciertas situaciones y perros con tendencia a adoptar actitudes más sumisas en otras y lo que hay que tener en claro es que un perro dominante nunca es igual a un perro agresivo.
Sobre todo, hay que tener claro que cuando un perro quiere competir por un objeto, territorio o individuo que es valioso para él, nunca hay que provocar la confrontación. Eso puede desencadenar la agresividad del perro. Lo mejor es, siempre, optar por ofrecerle al perro una alternativa y darle algo que le guste a cambio de abandonar aquello que protege o por lo que compite.
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